“Porque ustedes, hermanos, han sido llamados a ser libres; pero no usen esa libertad para dar rienda suelta a la carne. Más bien, sírvanse unos a otros con amor.” Gálatas 5:13 (NVI)
Hay una gran diferencia entre hacer algo porque debemos y hacerlo porque amamos.
En el contexto de la fe cristiana, esta diferencia no es menor. De hecho, puede transformar completamente la manera en que vivimos, nos relacionamos y servimos.
Muchos creyentes están activos en sus iglesias: enseñan, preparan alimentos, lideran grupos, dan consejería, visitan a los enfermos, coordinan eventos… y podríamos seguir. Pero surge una pregunta profunda y necesaria: ¿Qué hay detrás de ese servicio? ¿Es el deber… o el amor?
Jesús no vino a ser servido, sino a servir. Lo hizo con una actitud constante de amor y compasión.
No fue motivado por la presión externa, ni por la expectativa religiosa. Lo movía el amor del Padre y su profunda misericordia por los perdidos, los quebrantados y los olvidados.
Un claro ejemplo de esto fue cuando lavó los pies de sus discípulos (Juan 13). En una cultura donde esa tarea era reservada para los siervos, Jesús, el Maestro y Señor, tomó una toalla y el agua, y lavó cada par de pies con humildad.
Lo hizo incluso sabiendo que uno de ellos lo traicionaría, otro lo negaría, y que todos lo abandonarían en las próximas horas.
¿Por qué lo hizo? Porque los amaba. Y quería enseñarles a hacer lo mismo.
No está mal sentir responsabilidad por nuestras tareas. El compromiso y la constancia son buenas virtudes. Sin embargo, si el servicio se vuelve una carga, una rutina vacía, o una forma de buscar aprobación humana, algo esencial se pierde.
Cuando servimos solo por obligación:
El deber puede sostenernos por un tiempo, pero sólo el amor puede hacerlo a largo plazo.
Servir con amor es más que hacer cosas “por amor”. Es una actitud interna que se refleja externamente. Es mirar a la persona y no solo a la tarea. Es ver a Jesús en el otro.
El servicio con amor:
El amor no es solo un sentimiento, es una decisión que toma forma práctica. Y el servicio cristiano es una de las expresiones más visibles de ese amor. Cuando servimos a otros, reflejamos el carácter de Cristo.
Jesús dijo:
“En esto conocerán todos que ustedes son mis discípulos, si se aman los unos a los otros.” Juan 13:35
Y el apóstol Pablo nos recuerda que incluso si hiciéramos obras impresionantes, pero sin amor, “nada somos” (1 Corintios 13).
En Gálatas 5:13, Pablo hace una afirmación poderosa: hemos sido llamados a libertad. Pero esa libertad no es para vivir como queramos, sino para servirnos unos a otros con amor.
Es decir, el verdadero ejercicio de esta libertad no es el individualismo, sino la entrega.
Servir con amor no nos esclaviza, nos libera.
Nos libera del egoísmo, del orgullo, de la autosuficiencia. Nos abre a una vida de propósito, conexión y gozo profundo.
Aquí algunas prácticas que pueden ayudarte a renovar tu motivación:
Servir con amor no siempre será fácil, pero siempre será significativo.
Cada acto de servicio –un saludo, una visita, una oración, un consejo, una comida, una sonrisa– puede ser una ventana al amor de Dios para alguien más.
Jesús no vino a cumplir una lista. Vino a entregar su vida por amor. Y nos llama a hacer lo mismo.
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