Jesús, la razón de nuestra esperanza

Jesús, la razón de nuestra esperanza

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Christian Living
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Jesús, la razón de nuestra esperanza

¡Celebremos juntos la victoria de Cristo!

He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
– Juan 1:29

La Pascua es mucho más que una fecha en el calendario: es una invitación a volver al centro de nuestra fe, a recordar y proclamar que Jesús es el Cordero de Dios que vino a quitar el pecado del mundo. Es tiempo de volver a lo esencial, de contemplar con asombro el amor infinito de Dios revelado en la cruz, y de celebrar la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte.

¿Por qué celebramos la Pascua?

Para comprender la profundidad de la Pascua cristiana, primero debemos recordar qué representaba esta festividad en la historia del pueblo de Israel.

En el Antiguo Testamento, la Pascua conmemoraba el momento en que Dios libró a su pueblo de la esclavitud en Egipto. En la primera Pascua, cada familia israelita debía sacrificar un cordero sin defecto y aplicar su sangre en los marcos de la puerta (Éxodo 12:7). Esa sangre era señal de protección: cuando el juicio de Dios pasó por Egipto, las casas marcadas por la sangre del cordero fueron libradas.

Esta celebración no solo recordaba la liberación física de la esclavitud, sino que también anticipaba algo mucho mayor: una redención espiritual, definitiva y eterna.

El Cordero en el Antiguo Testamento

A lo largo de la historia bíblica, el cordero aparece como símbolo del sacrificio por el pecado. Dios estableció que la sangre de un animal puro cubriera momentáneamente la culpa del pueblo. Pero todos estos sacrificios apuntaban hacia algo (¡o mejor dicho, alguien!) mucho más grande.

Sabiendo que fuisteis rescatados […] con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.
– 1 Pedro 1:18-19

Dios requería que ese cordero fuera sin defecto, una imagen profética de Jesús, quien vivió una vida sin pecado. Él es el único que pudo cumplir con los requisitos de santidad para ser el sacrificio perfecto.

Jesús, el cumplimiento de la promesa

Cuando Juan el Bautista vio a Jesús acercarse, no dudó en señalarlo con estas palabras:

¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!
– Juan 1:29

En esa frase se resume el corazón del evangelio. Jesús no vino solo a enseñar, sanar o dar ejemplo. Vino a cumplir la voluntad del Padre entregando su vida como un sacrificio por nuestros pecados.

Él no cubrió el pecado temporalmente como lo hacían los corderos del Antiguo Pacto. Él lo quitó para siempre.

Entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.
– Hebreos 9:12

El sacrificio perfecto

Jesús se entregó voluntariamente. Fue a la cruz con amor y determinación. Allí fue inmolado como el Cordero perfecto. Su sangre nos redimió, nos reconcilió con Dios y nos abrió la puerta a una nueva vida.

Con tu sangre nos has redimido para Dios […] y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes.
– Apocalipsis 5:9-10

Su sacrificio no fue solo un acto de muerte, sino de victoria. Porque al tercer día, ¡Cristo resucitó! Y con su resurrección selló nuestra esperanza eterna.

Hoy: la esperanza que transforma

Hoy seguimos proclamando con gozo que Jesús vive. Su victoria es nuestra victoria. Vivimos con esperanza porque Él venció al pecado, venció la muerte, venció el temor.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna.
– Juan 3:16

Cada Pascua es una oportunidad para recordar esta verdad, para compartir el mensaje de la redención y para vivir con el corazón lleno de gratitud y propósito.

Jesús no es solo el Cordero inmolado. Él es el Rey resucitado. Él es nuestra paz, nuestra justicia, nuestro Salvador.

¿Qué significa Jesús para ti?

Esta es una pregunta que puede transformar vidas. Tal vez lo conoces como tu Salvador. Tal vez lo estás buscando. Tal vez hoy es el día para volver a Él con todo tu corazón.

En esta Pascua, queremos invitarte a reflexionar:

  • ¿Reconoces el sacrificio de Jesús como suficiente para tu salvación?
  • ¿Estás viviendo en la plenitud de su gracia y perdón?
  • ¿Estás compartiendo con otros la buena noticia de que hay vida eterna en Él?

Porque la Pascua no es solo para recordar. Es para proclamar. Es para vivir. Es para compartir.

Te compartimos algunas ideas prácticas para que tu comunidad viva este tiempo con un enfoque renovado:

  1. Enfocarse en la cruz: Anima a la iglesia a meditar en el sacrificio de Jesús y su amor inagotable. Puedes hacerlo a través de devocionales diarios, lecturas bíblicas o reflexiones en grupo.
  2. Fomentarla adoración y la gratitud: Incorpora momentos especiales de adoración en los encuentros. Resalta el significado de la resurrección y cómo transforma nuestra vida.
  3. Invitar a compartir el mensaje: Motiva a la congregación a invitar a otros a conocer de Jesús. Organiza un evento evangelístico, actividades para la comunidad o comparte el mensaje con amigos y familiares.
  4. Vivir la Pascua en acción: La mejor manera de recordar el sacrificio de Jesús es reflejar su amor. Anima a servir a los demás mediante actos de misericordia, ayudando a quienes más lo necesitan.
  5. Celebrar con gozo la resurrección: ¡Jesús RESUCITÓ! Organiza una celebración especial el Domingo de Resurrección. Resalta la victoria de Cristo sobre la muerte y la esperanza que nos da.

¡Jesús ha vencido!

Celebra esta verdad con tu comunidad. Llena tu hogar, tu iglesia, tu corazón con esta esperanza.

Su sangre nos redimió. Su sacrificio nos dio vida eterna. Su victoria es nuestra victoria.

“¡Cristo ha resucitado!”

Vivamos en la plenitud de Su gracia y amor.

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